Congelar el pan no sólo alarga su vida útil, sino que también puede mejorar su perfil nutricional.
Uno de los principales beneficios es el aumento del almidón resistente, un tipo de carbohidrato que no se llega a digerir en el intestino delgado y que, al llegar al intestino grueso, actúa como fibra dietética.
Entre los beneficios más destacados, al actuar como fibra, mejora de la salud digestiva y alivia el estreñimiento. Además, ayuda a regular los niveles de azúcar en sangre, evitando picos bruscos después de las comidas, lo que resulta especialmente útil para personas con resistencia a la insulina o diabetes tipo 2.
En resumen, congelar el pan no solo lo conserva, sino que también lo convierte en una opción más saludable. Incorporar este hábito a tu rutina diaria es una forma sencilla de cuidar tanto tu alimentación como tu salud digestiva.
